Autoras de mi infancia: desde Los cinco a Harry Potter

¡Hola a todos!

Hoy me gustaría hablar de algo importante, gracias a lo que hoy soy lo que soy, como lectora y como persona. Y son todas aquellas increíbles mujeres que llenaron mi infancia con sus historias. Algunas son más conocidas que otras, pero todas igual de importantes. Eso sí, me voy a limitar solo a mi infancia, la adolescencia la dejamos para otro día.

¡Allá vamos!

Con Enyd empecé El club de los siete secretos y me volví loca con la saga. Yo también quería tener una pandilla genial de amigos con los que reunirme en un cobertizo mientras merendábamos y resolvíamos misterios. ¡Yo también quería tener Santo y Seña! (Algo que también volveremos a ver en esta entrada). Los libros estaban en casa de mi abuela y cuando terminé todos (no eran tantos), me enfrenté al vacío. ¿Qué iba a hacer ahora? La ayuda oportuna de mi madre intervino y me dijo: "léete Los cinco, son mejores". Obviamente, mi tierna y tozuda mente infantil lo rechazó de plano. ¿Cómo van a ser mejores? Pero sin ninguna otra lectura a mano acabé por hacerle caso. Cómo les gusta a las madres esa expresión de: "Te lo dije". Os podéis imaginar mi nivel de enamoramiento ¿verdad? ¿Más aventuras? ¿Verano inglés, pastas y bebida de jengibre? (Que no sabía lo que era pero lo quería igual... a día de hoy sigo sin haberlo probado). Y por supuesto, brillando sobre todo lo demás Tim y George. Porque sí, George es el mejor personaje del mundo, su pelea porque la trataran como a un chico, su corazón generoso hasta decir basta, su carácter fuerte y decidido. Yo quería ser George.

Cuando tenía unos nueve años más o menos mi madre y mi abuela me llevaron a un viaje a Madrid. Uno de los días (vete tú a saber porque, bueno, porque ya de aquella me gustaba mucho leer) visitamos La casa del libro y allí vi por primera vez Dos princesas sin miedo. Entonces no me lo compraron pero me obsesioné con el libro, fue un flechazo total. La suerte estuvo de mi lado, o mejor dicho, mi madre de nuevo, y me lo regaló un tiempo después. No pude evitar caer enamorada (otra vez) con las protagonistas. Aventuras, dragones, hadas, leyendas y conjuros, pero sobre todo dos hermanas teniendo que enfrentar aquello que temen. No imagino mi infancia sin Dos princesas sin miedo. Dato aparte, yo me identificada con la más "cobarde" de las dos hermanas. Al tiempo llegó a casa El mundo encantado de Ela (en la que se basó, con muuuucha libertad, la película de Anne Hatthaway y Hugh Dancy, Ella enchanted), una especie de retelling de La Cenicienta, y ya sabéis lo que me gusta Cenicienta. El libro no fue tan impactante como Dos princesas sin miedo, pero es una historia muy bonita, con hadas y ogros y, cómo no, aventuras. Tengo un problema con las aventuras.

Aunque conservo unas cuantas de sus novelas en mis estanterías fue una en especial la que me llegó al corazón, vamos, que volví a enamorarme con fuerza. Una misión monstruosa. ¿Seres mágicos, secuestros de niños, aventuras y, además, aprendizaje? ¿Dónde hay que suscribirse? Eva Ibbotson conseguía transportarme a otros mundo y sentir que podía crecer como persona, ser mejor, más consciente y más empática. Porque sí, las sirenas también tienen sus problemas y la familia es mucho más que un lazo de sangre.

El pequeño vampiro me enseñó a ver con otra mirada, a que todo era posible si uno se lo plantea. Lejos, muy lejos de ser la criatura de terror que hizo estremecerse a adultos, y tan lejos como la criatura de ensueño que prometieron otras novelas, Angela consiguió crear algo tierno que aún así mantenía un aire de misterio. La posibilidad de que lo diferente no es la pesadilla que a veces imaginamos.

Con ella llegó una de mis primeras incursiones en el terror (junto a R. L. Stine). Por aquel entonces, un poco más mayorcita ya empezaba a ser ratón de biblioteca. Si me hubieras preguntado en ciertos momentos de mi vida, la biblioteca era algo así como mi santuario, mi lugar de paz, de descubrimientos, también de encontrarme. A día de hoy sigue teniendo algo sagrado. Allí encontré a esta autora y, tanto La preferida como Truco o trato, o en menor medida El día de los inocentes, consiguieron inquietarme. No me imagino nada más chungo que escribir terror juvenil, dar con el equilibrio entre dar mal rollo y no pasarse de largo. Como dato extra haciendo esta entrada me he enterado que también escribió Buffy Cazavampiros, y yo me pregunto ¿por qué no estaba Buffy en mi Santuario? Con lo fan, muy fan que fui de Buffy The Vampire Slayer. Lo que me lleva a preguntaros, ¿algún fan de Buffy en la sala?

Si Cusick fue uno de mis inicios en el terror, Marilyn Kaye lo fue en la ciencia ficción. Amy número siete, marcó un antes y un después. No imagináis lo mucho que abrió mi mundo en encontrar una historia de una joven tratando de llevar su vida con normalidad sin poder admitir en público que es una persona modificada genéticamente para ser perfecta porque, las sombras que estaban detrás de los experimentos, querrán matarla. ¿Queréis intriga juvenil, secretos, dudas adolescentes, amistad y relaciones familiares? Amy tiene de todo y yo no supe que lo necesitaba en mi vida hasta que se cruzo en mi camino... gracias al Santuario otra vez.

Hasta ahora he hablado de flechazos, duros y potentes, ha llegado el momento de hablar de lo contrario, la repulsión. Sí, habéis leído bien, repulsión. ¿Recordáis la portada de Molly Moon y el increíble libro del Hypnotismo que, de brillante, dejaba ciegos a los niños? Pues yo sí y no porque la tenga en mi casa, si no porque cada vez que la veía en el escaparate de alguna librería me horrorizaba de lo fea que era. Mi sorpresa fue mayúscula al abrir un paquete en mi cumpleaños y verlo ahí, mirándome con desafío. Con que no te gustaba ¿eh? Pues ahora te fastidias. Y he aquí el interesante mundo del diseño y las opiniones. La portada me parecía horrible... a mi madre le enamoró. Tardé un poco (puñeteros prejuicios) pero al final le di una oportunidad. Y pasó a ser uno de mis libros favoritos. Me sentí muy identificada con Molly y sus sándwiches de ketchup (me declaro culpable del delito), de ser una niña normal, feucha, que no llamaba la atención pero a la que le podían ocurrir aventuras. Nunca llegué a encontrar un libro de hypnotismo que me permitiera aprovecharme de alguna situación, pero aprendí a no juzgar un libro por su cubierta y a no sentirme culpable por gustarme los sándwiches de ketchup.

Estoy segura que aquí coincidiré con más gente. Me regalaron Harry Potter y la Piedra Filosofal antes de que saltara el boom, cuando solo era un libro que se vendía bien de una de las librerías más conocidas de mi ciudad y que, a día de hoy, es una tienda de calzado. Triste pero cierto. Como me paso con Molly Moon (sin ser algo tan descarado), al principio no me llamó demasiado la atención hasta que lo empecé y no pude parar. El libro me devoró a mí y no yo a él. No hubo escapatoria, quería ir a Hogwarts, quería tener varita y recorrer el Callejón Diagón. Quería un gato, a poder ser negro (tampoco le diría que no a una lechuza). No quería hacer Quidditch (estoy segura que me partiría la crisma al caer de la escoba), pero sí quería pertenecer a una casa y tener Santo y Seña (por favor acertijos no que soy malísima), tener aventuras (no necesariamente mortales) y en definitiva, ser maga, porque si hay algo de lo que creo que Harry Potter tiene, es la sensación de maravilla tan perseguida por los autores y lectores en general.


Desde una princesa a maga, pasando por chico, vampiro o hipnotista. Estas mujeres me hicieron soñar. Ser, por unos instantes quien no era y quien podía llegar a ser... más o menos. Solo puedo dar las gracias a todas aquellas personas que día a día, nos invitan a soñar.

¿Habéis leído a alguna? ¿Cuáles fueron esas autoras que os marcaron la infancia?

MJ